Danza
de pareja suelta e individual, pertenece al conjunto de bailes y canciones de
vertiente “Pacífica” o Andina, descripta en la Presentación del Archivo que nos
ocupa. Sin embargo, escasa presencia en provincias arribeñas dan los
estudiosos, que la sitúan con importancia en la Provincia de Buenos Aires a lo
largo del siglo XIX.
Su
nombre viene de sus letras. Y responde a cierto uso, que da en enfatizar lo que
menta el estribillo. En este caso el acostumbrado “Vámosnos al Prado”, que evoca
o remite a lugares regalados, de vida amable, con una borrosa aunque palpable reminiscencia
de lirismo y recreo histórico, trasplantado en versos y música: El Prado
Madrileño.
Numerosas versiones, anónimas o autorales, dan fe
de su esencia y galanteo. Y pareciera propiciar amores y estadios espirituales
de bonhomía. Y algunas de sus coplas, al mentar “alcaldes” y “corregidores”,
hablan de su antigüedad.