Esta
especie es, de algún modo, un agregado que amerita mencionarse. De uso habitual
en reuniones, sobre todo al final de ellas aunque también ante acontecimiento
específico, presentaba una singularidad: carecía de acompañamiento musical.
Lograba -¿milagro?- separar al artista, al decidor, de su guitarra. Y no era
exactamente (aunque algo había) lo que durante y después se tuvo por declamador
poético, tampoco alguien ducho en recitados criollos. Era, más bien, un moño o
broche inicial, intermedio o generalmente final con que algún habilidoso con
memoria y simpatía adornaba las reuniones.
Dice
López Osornio, refiriéndose al paisano de la provincia: “Entendió por Relación de Sala o Salón cuando un
hombre, después de acalladas las guitarras, o con sólo un preludio, se detenía
ante el público y le declamaba una pieza poética, diríamos, compuesta por
coplas más o menos hiladas entre sí que convenían a todas y a muchas de las
personas presentes, las cuales se veían retratadas en ellas y escuchaban sin
responder ni ofenderse.”1
Becco,
por su parte, tras ubicar a las Relaciones de Sala como antecedente remoto de
los “recitadores criollos” y citar al propio López Osornio, señala: “Las
recitaba en las reuniones familiares y de las ciudades provincianas y villas de
Buenos Aires un contertulio caracterizado por su gracejo, pues en su mayor
parte eran ocurrencias chistosas, más o menos disparatadas, en verso, que en
otros ambientes se cantarían de seguro con milongas.”2
¿Sabe amigazo don
Pancho que anduve por el
Poblao? Y dénde que había
llegado ni miras tenía de
irme. Era un puro
divertirme entre la gente
pueblera; que hasta una
lotería entera ayá en la Capital
saqué, que Aparcero, si me
ve, ni me conoce
siquiera…
Esta
Relación de Sala –La Taza con Chocolate- incluida
en nuestro Archivo y que la he escuchado decir a nuestro Archivero en más de
una oportunidad, remite al vínculo existente entre vieja ciudad de Buenos Aires
y su campaña porteña. Y a un tema caro de esa hermana de la Poesía Popular, La Gauchesca: la ida del hombre de tierra
adentro a visitar la Capital. Desde la Relación
que hace el gaucho Ramón Contreras a Jacinto Chano, de todo lo que vio en las
fiestas mayas de Buenos Aires en el año 1822 de Bartolomé Hidalgo, pasando
por el Fausto de Estanislao del Campo
y culminado en tantos versos y canciones criollas hasta nuestros días, vienen a
emparentarse con la Relación de Sala
que aquí mencionamos. No sin nombrar o mejor dicho sin ponderar expresamente a El Diluvio Universal3, extraordinaria
versión del Génesis en versos criollos que viene en el Archivo, concluiremos
con palabras de nuestro Archivero: “La Relación de Sala es una crítica risueña
de la Actualidad, de la Realidad, con experiencias novedosas sucedidas en las
“orillas” de Buenos Aires. Estos relatos, impresos en hojas que muchas veces,
sin la firma del autor, fueron llevados a la Campaña por los reseros y el Circo
Criollo. Tuvieron estos tal aceptación, que en las reuniones y bailes
familiares, se hicieron Costumbre.”4 Y, tras citar uno
de los modelos de inicio y presentación:
“Atención pido al
Silencio y Silencio a la
Atención; oirán de mis torpes
labios esta linda
Relación.”
Finaliza
Miguel Hours y con él la reseña de esta especie perdida en el tiempo: “Luego de
este principio de forma sencilla, sin declamaciones, relataba a la rueda un
sucedido, asombroso, fantástico y jocoso.”5